Hace varios días he estado por sentarme a escribir este artículo, pero siempre que lo intento algo se presenta: suena el teléfono, llegan correos, me mandan mensajes y me preguntan cosas que necesitan respuesta inmediata, ¡entonces me disperso!
Pero esto fue algo bueno, me permitió darme cuenta de cómo vivimos en un mundo de constantes distracciones, picando un poco de todo y finalmente no estamos en nada, así que en medio del corre corre sentimos que las 24 horas del día no son suficientes y entre más pasan los días más cosas tenemos que hacer, más acumulamos, más corremos, hasta que llegamos a un punto de crisis, en dónde tenemos que parar, respirar y tomar las cosas con más calma y más consciencia.
Pero todo esto lo podemos evitar
- Podemos vivir más plenamente.
- Las horas del día pueden ser suficientes.
- Nuestra mente y cuerpo no tienen porqué entrar en caos con todo lo que tenemos que hacer.
- La más útil: Mindfulness o atención plena.
La práctica de mindfulness nació hace más de 25.000 años, es de origen budista y a pesar de ser una tradición muy antigua, llegó a occidente apenas hace 30 años conocida como mindfulness:
Estar presentes, volver siempre al aquí y al ahora.
Decirlo es muy fácil, pero cuando decidimos practicarlo es cuando se vuelve complicado, pues además de las distracciones, tenemos que ser productivos y ágiles al mismo tiempo. Cuando tenemos que hablar por teléfono no es lo único que hacemos, si no que aprovechamos para mirar correos, mandar mensajes, arreglar la casa, vestirnos, etc, hemos diseñado nuestra mente para que haga muchas cosas a la vez y al final a ninguna le ponemos la atención adecuada que se merecen.
Esta práctica nos invita a darnos cuenta de todo lo que sucede, de todo lo que hacemos, pensamos, decimos y sentimos con completa atención.
Cuando lo aprendemos a hacer vivimos cada momento plenamente y a la vez dejamos de divagar entre el pasado y el futuro, trayendo nuestra mente al momento presente y a cada cosa que hacemos, aprendiendo a disfrutar de cada momento que vivimos y cuando logramos hacer esto todo cambia, porque ya no solo logramos vivir con mayor disfrute y plenitud si no que también aprendemos a no juzgar, porque estamos tan conscientes de lo que estamos viviendo y estamos inmersos ahí que no juzgamos, sino que aceptamos todo tal y como es.
La práctica de mindfulness nos permite vivir cada experiencia al máximo mientras nos conocemos a nosotros mismos.
Porque cuando nos observamos en el presente empezamos a reconocer muchos patrones que normalmente no veríamos por estar distraídos en miles de cosas. No solo nos conocemos, si no que dejamos de correr y reducimos los niveles de estrés y ansiedad, mejorando nuestro bienestar.
¡Todo esto lo puedes conseguir! Cada día toma la decisión de vivir completamente atento, presentes y observa cada vez que te distraes, regresa del pasado y no te vayas al futuro. ¡Quédate presente!